domingo, 18 de diciembre de 2011

Prolegomenon: lo propio/lo extraño/el Otro.

De lo propio
  Teoría fenomenológica de la percepción: movimiento intencional del sujeto dador de sentido al objeto percibido. El sujeto, conciencia abierta al mundo, siempre “conciencia-de” pone su atención en un objeto desde determinada perspectiva. El sujeto se vuelve finito para tornar infinito al objeto: éste posee infinitas posibilidades de mostrarse al sujeto, pues son infinitos los puntos de vista que la conciencia del sujeto puede significar según el lugar en el que pose su cuerpo, es decir, según su perspectiva o punto de vista. La cosa se torna infinita: “Por medio de dichas percepciones, se presenta la cosa de que se trata desde lados distintos, según variados aspectos y de acuerdo con diversas orientaciones, de modo que se la ve sucesivamente desplegar sus propiedades y caracteres, mostrar sus diferentes partes y revelar su apariencia y comportamiento de condiciones varias”.[1] Eso si, lo que percibimos no es la infinitud de la cosa, sino apenas escorzos. No tenemos acceso al infinito de la cosa, sino tan solo contamos con la posibilidad de conocerla desde algunos de sus lados. Experimentamos así una pluralidad de percepciones: pluralidad continuada, escorzos organizados, no meramente amontonados, pero finitud de la percepción al fin.
  La unidad de la cosa percibida está dada por los actos de conciencia que nos dan su identidad. Se trata de un sistema de percepciones en el que “debe haber acuerdo y armonía entre los múltiples actos mediante los cuales imaginamos la cosa de que se trata en lo que se refiere a  los aspectos según los que se presenta desde varios lados y puntos de vista, en lo que respecta a las cualidades y a los atributos que se ponen de manifiesto gradualmente, en lo que atañe al comportamiento que presenta en circunstancias diversas y así sucesivamente”.[2] Acuerdo y armonía: compatibilidad, ajuste, continuación y complementación mutua de las apariencias. La unidad de la cosa percibida dada por el sistema noemático, actos perceptivos de escorzos que se integran en un proceso perceptivo: “coherencia, acuerdo ajuste y continuación armónica de las apariencias y las presentaciones”.[3] 
  Actualización del sistema noemático, es decir, referencias a otros actos y apariencias perceptibles que aparecen en todo acto perceptivo individual, dándonos la identidad de la cosa mentada. Actualización gradual, pero jamás completa y total. Zona indeterminada que recubre el núcleo de la percepción sensible que podrá reducirse gradualmente pero jamás desaparecer por completo. Horizonte interno de carácter más o menos indeterminado que co-constituye y co-determina la apariencia perceptiva. No accesible a la experiencia sensible, sino continente de ésta, no en el sentido de horizonte externo, sino como “aspectos según los cuales la cosa no ha hecho aún su aparición, a condiciones en las cuales todavía no ha sido percibida y así sucesivamente”[4]. Volvemos así a la infinitud, hablamos de un sistema abierto que se halla en proceso de expansión indefinida: “de esto se sigue que el proceso de la percepción y de la determinación perceptiva de una cosa material sea infinito”.[5] Infinito gracias a mi acto de percepción –coherentemente organizado pero no organizador-, en correlación con el nóema, el cuál experimentamos en tanto organizado. Es decir: “las cosas materiales y el mundo real en general resultan ser los correlatos de los actos y los procesos de conciencia”[6], “la existencia y la validez del objeto se refieren a la posibilidad de que lo experimentemos mediante actos específicos de aprehensión”[7].

 Lo extraño desde lo propio
  Indeterminación del horizonte interno, falta de familiaridad del objeto. “La falta de familiaridad es una modalidad de la familiaridad”.[8] Falta de familiaridad: falta de determinación de los detalles de la cosa percibida. Como el navegante que descubre una nueva tierra y no sabe si es isla o continente. Recorre el contorno de la tierra, toma nota de los detalles y luego vuelve a su punto de observación original, pero ya pudiendo discernir si se trataba de esto o aquello. Es decir: la cosa se presenta ante el sujeto que percibe, con un horizonte interno indeterminado pero coherente: el navegante no podrá pensar que a lo que arribó es la luna, sino tan solo isla o continente: porque la falta de familiaridad es una modalidad de la familiaridad. Nada es absolutamente extraño, aquí lo extraño es siempre absorbido por lo propio, hago mío a lo extraño, alojo al extranjero en mi hogar y lo obligo a comunicarse conmigo en mi idioma. “Uno no se dispone a explorar el horizonte sin contar con alguna anticipación que se defina positivamente, como si uno esperara cualquier cosa o como si el conjunto de expectativas posibles fuera ilimitado”.[9] Anticipación: violencia ejercida desde lo propio a lo extraño. Penetración, infiltración, violación. Genocidio.

Lo extraño como rostro
  “¿Tenemos el derecho de suponer, como aún lo hace Husserl con frecuencia, que hay un estrato fundamental o un núcleo de lo propio y lo familiar, de modo que toda extrañeza aparece como modificación de lo propio (…)?”[10] ¿Lo extraño  está condenado a fundirse en lo propio, a ser fagocitado por lo propio? ¿Es siempre el sí mismo el punto de partida? ¿Es siempre yo quien sale al encuentro, no hay interpelación posible anterior a mi respuesta? Con Wandelfels, nos hacemos la pregunta “acerca de cómo o desde dónde podemos hablar de lo extraño sin arrebatarle su extrañeza”.[11] . Siempre es una pregunta por el vínculo, por nuestro acercamiento. No queremos violentar lo extraño. Entonces necesitamos situarnos más acá de nuestro conocimiento del mundo, más acá de nuestra capacidad de significar, de donantes de sentido. Es decir, no pensaremos de ahora en adelante en la conciencia siempre como conciencia-de sino, de la conciencia como conciencia-para. Nos situamos ahora en un “pensamiento que no es tematización, sino una no-indiferencia por el otro y que rompe el equilibrio de la ecuanimidad e impasibilidad del conocer. Despertar que no debe interpretarse, precipitadamente, como intencionalidad, como una noesis que igualaría –plenamente o en el vacío- con su noema y que serían simultáneos. La alteridad irreductible del otro hombre, en su rostro, es lo bastante fuerte como para `resistir’ la sincronización de la correlación noético-noemática, y como para significar lo inmemorial y lo infinito que no `se atienen’ a una presencia ni a la  re-presentación”.[12] “El prójimo como otro no se deja preceder por ningún precursor que dibujaría o anunciaría su silueta”.[13] Viene sin anunciarse y arruina mis planes, “el prójimo me golpea antes de golpearme”[14], me toma de rehén y esto me significa una responsabilidad de la que no puedo escapar, previo a todo contrato, no soy libre de elegirlo. “En la proximidad se escucha un mandamiento que procede de algo como un pasado inmemorial, un pasado que jamás fue presente, que no ha tenido comienzo en ninguna libertad; este modo del prójimo es el rostro.”[15]   
  Ya no hay un hiato entre yo y el otro, mi conciencia ya no es conciencia-de, “el prójimo se excluye del pensamiento que lo busca” (…) “la proximidad, supresión de la distancia que significa la `conciencia-de’,[16] es el sentido de la no-fenomenalidad del rostro.  Éste es inmediatez, no es representación, sino simplemente uno-para-el-otro, pura proximidad. 

Conclusión 
La Poesía es el Otro.



[1] Gurwitsch, Aron. El campo de la conciencia, Madrid: Alianza editorial, 1979. cf. p. 238.
[2] Gurwitsch, Aron. Ibidem, 1979. cf. pp. 245-246.
[3] Gurwitsch, Aron. Op. cit., 1979. cf. p. 250.
[4] Gurwitsch, Aron. Op. cit., 1979. cf. p. 251.
[5] Gurwitsch, Aron. Op. cit., 1979. cf. p. 252.
[6] Gurwitsch, Aron. Op. cit., 1979. cf. p. 258.
[7] Gurwitsch, Aron. Op. cit., 1979. cf. p. 259.
[8] Gurwitsch, Aron. Op. cit., 1979. cf. p. 281.
[9] Gurwitsch, Aron. Op. cit., 1979. cf. p. 282.
[10] Waldenfels, Bernhard. Lo propio y lo extraño. EN: Walton, Roberto (comp.) Estudios Fenomenológicos13, Buenos Aires: Estudios de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, 1995, cf. p. 175.
[11] Waldenfels, Bernhard. Ibídem. Cf. p. 177.
[12] Lévinas, Emmanuel. De Dios que viene a la Idea, Madrid: Caparrós Editores.2001. Cf. p. 256.
[13] Lévinas, Emmanuel. De otro modo que ser, o más allá de la esencia. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1987. cf. p. 147.
[14] Lévinas, Emmanuel. Ibidem. 1987. cf. p. 157.
[15] Lévinas, Emmanuel. Ibidem. 1987. cf. p. 150.
[16] Lévinas, Emmanuel. Ibidem. 1987. cf. p. 151.

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